Supongo que en la vida hay muchas otras cosas pero ahora sólo se me ocurre el amor.
Cómo lo vivimos, cómo lo afrontamos, lo amarramos, o lo esquivamos.
Temores...
Una mujer de veinte años tenía docenas de pretendientes. Los hombres eran caprichos, juguetes, diversión. Tuvo novios y uno le gustaba por encima del resto.
Un hombre mayor que ella, regentaba una tienda de comestibles, le regalaba caramelos, miradas y palabras mágicas. Hubo besos, abrazos y un día un pequeño enfado. Ella no volvió a la tienda.
Durante años desterró su recuerdo en lo más profundo de su alma.
Se casó, tuvo seis hijos, dos murieron antes de nacer, uno un poco después.
La vida pasó y un día, de la mano con su nieto miró hacia un balcón y vio a un anciano que años atrás fue el dueño de una tienda y de algo más. El hombre se levantó con dificultad, la miró fijamente, hermosísima como estaba con aquel vestido, era primavera. Sus sobrinos tuvieron que ayudarle a sentarse.
Murió sin haberse casado nunca.
El nieto creció hasta hacerse mayor que lo que era ella cuando abrazaba al tendero en la trastienda.
Un día la anciana le hizo una confesión.
Tenía pesadillas, soñaba con él. Una vida después había comprendido que era el único hombre al que había amado en su vida, el que había dejado escapar por una tontería.
Nieto y abuela pensaron y hallaron una solución.
Buscaron su tumba entre cientos y al final la hallaron. Llovía.
Ella se ocultó tras un árbol pero se empapó igualmente. Su nieto se subió a la tumba que estaba en una altura, retiró el musgo mientras no dejaba de llover, la adecentó para su abuela y colocó las flores que le habían comprado.
Ella estuvo enferma varios días, pero durmió mejor que en mucho tiempo.
Cada cierto tiempo volvieron a aquel lugar. Ponían flores en varias tumbas y en esa, que era su secreto, también.
La vida ya ha pasado para ella, el nieto piensa en su historia y en vivir en su carne la segunda oportunidad de su amada abuela.
Viviré por y para el amor. Volveré a su tienda.
Cómo lo vivimos, cómo lo afrontamos, lo amarramos, o lo esquivamos.
Temores...
Una mujer de veinte años tenía docenas de pretendientes. Los hombres eran caprichos, juguetes, diversión. Tuvo novios y uno le gustaba por encima del resto.
Un hombre mayor que ella, regentaba una tienda de comestibles, le regalaba caramelos, miradas y palabras mágicas. Hubo besos, abrazos y un día un pequeño enfado. Ella no volvió a la tienda.
Durante años desterró su recuerdo en lo más profundo de su alma.
Se casó, tuvo seis hijos, dos murieron antes de nacer, uno un poco después.
La vida pasó y un día, de la mano con su nieto miró hacia un balcón y vio a un anciano que años atrás fue el dueño de una tienda y de algo más. El hombre se levantó con dificultad, la miró fijamente, hermosísima como estaba con aquel vestido, era primavera. Sus sobrinos tuvieron que ayudarle a sentarse.
Murió sin haberse casado nunca.
El nieto creció hasta hacerse mayor que lo que era ella cuando abrazaba al tendero en la trastienda.
Un día la anciana le hizo una confesión.
Tenía pesadillas, soñaba con él. Una vida después había comprendido que era el único hombre al que había amado en su vida, el que había dejado escapar por una tontería.
Nieto y abuela pensaron y hallaron una solución.
Buscaron su tumba entre cientos y al final la hallaron. Llovía.
Ella se ocultó tras un árbol pero se empapó igualmente. Su nieto se subió a la tumba que estaba en una altura, retiró el musgo mientras no dejaba de llover, la adecentó para su abuela y colocó las flores que le habían comprado.
Ella estuvo enferma varios días, pero durmió mejor que en mucho tiempo.
Cada cierto tiempo volvieron a aquel lugar. Ponían flores en varias tumbas y en esa, que era su secreto, también.
La vida ya ha pasado para ella, el nieto piensa en su historia y en vivir en su carne la segunda oportunidad de su amada abuela.
Viviré por y para el amor. Volveré a su tienda.
3 comentarios:
Bonita historia para reflexionar sobre las decisiones que tomamos en la vida. Tanta cabeza nos hace olvidar el corazón que al final es lo que manda.
"Cuando el tiempo pasa y nos hacemos viejos nos empieza a parecer
Que pesan más los daños que los mismos años al final"(bonita canción de Juanes)
Quizá es al final de nuestros días cuando somos conscientes de que ya no hay tiempo, cuando valoramos la vida que hemos vivido, la forma de aprovecharla y los caminos que hemos dejado a un lado.
Por eso creo que siempre devemos escuchar a nuestro corazón por encima de todas las cosas aunque siempre surgirán dudas... Lo más importante es sentirte vivo a pesar de todo.
Creo que hay que seguir al corazón y escuchar los susurros de la mente para poder disfrutar de todo ello.
Escuchar a la otra persona, dejar que exprese el amor a su manera para que no haya mal entendidos, para no preguntarte mañana si en realidad ella...
Vivir el amor como algo real, escuchando su voz, porque imaginar, lo imaginamos sin querer.
Y dar el salto...para mí es una obligación, entrar en la tienda sin miedo al fracaso.
El miedo para mí viene más tarde, cuando te enamoras perdidamente y no sabes si la otra persona lo vive con la misma intensidad.
Y en esa fase es cuando hay que escuchar.
¿Y cómo se cura el dolor de volver a la tienda y encontrarla vacía? ¿Cómo se pasa página de todo aquello que no dejó que ese sentimiento desapareciera? ¿Cómo se da la espalda a aquello que te empujó a volver a entrar?
A veces volver resulta tan doloroso...
Cyra.
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