No estamos preparados para discutir, para llevarnos un disgusto, de manera que hay mil circunstancias que pueden sacarnos de nuestras casillas y agriarnos el humor.
Es verdad que en ocasiones necesitamos hablarlo, se supone que para desahogarnos, pero hasta donde yo alcanzo, eso sería cierto en la medida que lo hagamos de manera que nos conduzca a una conclusión o simplemente a confrontar nuestra postura con la persona de confianza elegida.
El problema es que eso no es lo que suele suceder. Tras vivir una experiencia desagradable nos dedicamos a revivirla una y otra vez, crearnos una ansiedad considerable pensando en lo que le tenía que haber dicho, lo que le diría si me dijera...y nos controlamos tan poco en esas situaciones que la sangre se nos escapa de la boca y acabamos hablando del tema con las personas menos indicadas, aquellas a las que no les interesa el tema ó que lo usarán en tu contra.
Además, se trata de un círculo vicioso en el que cada vez te enfadas más, sacas las cosas de contexto, la ira se autoalimenta y llega un momento en el que pierdes la perspectiva y tus reacciones corren el riesgo de ser desproporcionadas y perder la razón que quién sabe, pudieras tener.
Es verdad que en ocasiones necesitamos hablarlo, se supone que para desahogarnos, pero hasta donde yo alcanzo, eso sería cierto en la medida que lo hagamos de manera que nos conduzca a una conclusión o simplemente a confrontar nuestra postura con la persona de confianza elegida.
El problema es que eso no es lo que suele suceder. Tras vivir una experiencia desagradable nos dedicamos a revivirla una y otra vez, crearnos una ansiedad considerable pensando en lo que le tenía que haber dicho, lo que le diría si me dijera...y nos controlamos tan poco en esas situaciones que la sangre se nos escapa de la boca y acabamos hablando del tema con las personas menos indicadas, aquellas a las que no les interesa el tema ó que lo usarán en tu contra.
Además, se trata de un círculo vicioso en el que cada vez te enfadas más, sacas las cosas de contexto, la ira se autoalimenta y llega un momento en el que pierdes la perspectiva y tus reacciones corren el riesgo de ser desproporcionadas y perder la razón que quién sabe, pudieras tener.
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