Acompañas a alguien a una tienda y acabas comprándote algo que no necesitabas para nada.
No tienes nada que hacer, piensas en qué podrías comprarte y te lo compras.
Deambulas entre tiendas, como si tuvieras la obligación de llevarte alguno de esos objetos para que tu paseo no fuera en vano.
Te compras más libros de los que puedas leer.
Reducir el consumo es salir de una tienda sin comprarte nada si antes de entrar no sentías la necesidad de ello, es no entrar en la tienda por simple aburrimiento, es buscar alternativas al consumo, comprender que un paseo puede ser un plan, que no hace falta llevar una bolsa en la mano, que existen otros entretenimientos, otras formas de eliminar el temido estrés que no sea irse de compras.
No tienes nada que hacer, piensas en qué podrías comprarte y te lo compras.
Deambulas entre tiendas, como si tuvieras la obligación de llevarte alguno de esos objetos para que tu paseo no fuera en vano.
Te compras más libros de los que puedas leer.
Reducir el consumo es salir de una tienda sin comprarte nada si antes de entrar no sentías la necesidad de ello, es no entrar en la tienda por simple aburrimiento, es buscar alternativas al consumo, comprender que un paseo puede ser un plan, que no hace falta llevar una bolsa en la mano, que existen otros entretenimientos, otras formas de eliminar el temido estrés que no sea irse de compras.
4 comentarios:
Me hace mucha gracia este tema... Todos hemos dicho alguna vez eso de : Estoy deprimido, me voy de compras.
Yo creo que siempre existen excusas para irse de compras: una cena, nochevieja, bodas, nueva imagen laboral, depresión, entrenamientos... Yo hace tiempo que deje a un lado esta rutina gracias a mi hipoteca... Ja, ja, ja... Esta ya no me deja opción...
No, en serio. Yo creo que no llegamos a valorar todo lo que podemos hacer y disfrutar con ese dinero que gastamos a lo tonto en cosas que apenas utilizamos. Yo ahora, por fin, lo valoro y disfruto mucho más por mucho menos. Es cuestión de costumbres.
No puedo negar que vivo rodeado de objetos, de comodidades, pero en mi día a día, dentro de esta sociedad de consumo que nos ahoga con sus productos, me gusta sentir que me divierto más escribiendo, leyendo unas lineas o paseando en bici que por escaparates o soñando con la pantalla más extraplana del mundo.
Vivir por debajo de mis posibilidades económicas me da una libertad que no cambiaría por el mejor de los coches o de las casas.
Hace mucho tiempo que no compro cosas innecesarias, ni siquiera pienso en ello. Cuando algo me hace falta no le doy muchas vueltas, pero no me dejo llevar por la publicidad o por las modas.
A mi alrededor veo a quien se ahoga con mi mismo sueldo por un par de caprichos electrónicos que apenas puede disfrutar.
Creo que nos tenían que haber hablado de esto en el colegio, no solo de las drogas.
"Cuidado que fuera intentarán colaros toda clase de productos. Cuidado que podéis empufaros y vivir tan solo para pagarlos. No hipotequéis vuestra libertad, vuestro bien más preciado".
Lo cierto es que si de algo no me arrepiento es de haberme preocupado por mi hipoteca ya que estar en ese refugio que considero mi casa me permite sentirme libre... No me ahoga y además me ha enseñado a no malgastar.
Es una nueva atepa en mi vida y me siento feliz en esta etapa.
Al final no se trata de la hipoteca, si no de la mentalidad a la hora de afrontarla. No se trata de cuánto ganes, ni cuanto te quede tras lo esencial, si no de cómo te sientas por ello.
Puede que una forma de saber cómo somos sea averiguar a quién envidiamos.
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