Recuerdo una época no demasiado lejana en la que la publicidad en la televisión sufrió una gran revolución. De pronto, interrumpían una película con media hora de anuncios, tras los cuales ya no sabías qué estabas viendo.
De esa manera se originó el "zapping" en un vano intento por huir de la publicidad, saltando de cadena en cadena. Pero a pesar de parecer enemigas, se pusieron de acuerdo entre ellas y no era raro cambiar de cadena y encontrarte con el mismo anuncio que acabas de quitar.
Además comenzaron a subir el volumen en los anuncios y si no a bajarlo durante las películas, aunque ahora lo nieguen. Lo sé porque no tenía mando a distancia y tenía que permanecer alerta para bajar el volumen cada vez que comenzaban los anuncios si no quería despertar a mi familia, al ver alguna película a altas horas de la noche.
Pero esa época también pasó. Me atrevería a decir que dejaron de emitir tantos anuncios, que ya no se me hacían tan desagradables. Viví, creo que como muchos, el efecto contrario, viendo muy agustito los anuncios, muchos son auténticas obras de arte que logran emocionarme, hasta que interrumpen su emisión para continuar con algún programa basura, con otro capítulo del perro policía Rex, que debe de ser el nieto del pastor alemán que comenzó la serie, la reposición del equipo A...
La publicidad ha alcanzado tal nivel de calidad que existen programas como la batidora en los que emiten los mejores, los anuncios más impactantes se comentan por la calle y las frases que utilizan las repetimos en nuestra vida diaria casi sin darnos cuenta.
Todo esto es sospechosamente parecido a lo que ya vaticinó George Orwell que ocurriría cuando en 1944 escribió su libro, 1984, tras ser herido y decepcionado por sus compañeros comunistas, en la guerra civil española.
Leerlo y temblar, porque ese futuro ya ha llegado.
De esa manera se originó el "zapping" en un vano intento por huir de la publicidad, saltando de cadena en cadena. Pero a pesar de parecer enemigas, se pusieron de acuerdo entre ellas y no era raro cambiar de cadena y encontrarte con el mismo anuncio que acabas de quitar.
Además comenzaron a subir el volumen en los anuncios y si no a bajarlo durante las películas, aunque ahora lo nieguen. Lo sé porque no tenía mando a distancia y tenía que permanecer alerta para bajar el volumen cada vez que comenzaban los anuncios si no quería despertar a mi familia, al ver alguna película a altas horas de la noche.
Pero esa época también pasó. Me atrevería a decir que dejaron de emitir tantos anuncios, que ya no se me hacían tan desagradables. Viví, creo que como muchos, el efecto contrario, viendo muy agustito los anuncios, muchos son auténticas obras de arte que logran emocionarme, hasta que interrumpen su emisión para continuar con algún programa basura, con otro capítulo del perro policía Rex, que debe de ser el nieto del pastor alemán que comenzó la serie, la reposición del equipo A...
La publicidad ha alcanzado tal nivel de calidad que existen programas como la batidora en los que emiten los mejores, los anuncios más impactantes se comentan por la calle y las frases que utilizan las repetimos en nuestra vida diaria casi sin darnos cuenta.
Todo esto es sospechosamente parecido a lo que ya vaticinó George Orwell que ocurriría cuando en 1944 escribió su libro, 1984, tras ser herido y decepcionado por sus compañeros comunistas, en la guerra civil española.
Leerlo y temblar, porque ese futuro ya ha llegado.
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