Era yo pequeño, creo que fue en quinto de EGB, cuando mi profesora le dijo a un compañero que no encontraba respuesta para el problema que tenía frente a él en la pizarra, que se alejara unos metros, que a veces desde lejos, se veía mejor.
Muchas veces me he acordado de aquel día y le he dado en silencio la razón a aquella mujer, Miren Arruabarrena, al comprobar en mis propias carnes como tras buscar la solución a un problema devanándome los sesos sin éxito, ésta ha acudido a mí como de la nada mientras corría por el parque, o como me ha bastado separarme un momento de alguien, para que la discusión que manteníamos como dos tigres enfurecidos pierda todo su sentido.
Por eso cuando algo se me atasca en la mente, en lugar de obcecarme, trato de liberar mi mente, de pensar en otra cosa y esperar a que el nudo se afloje.
En una película cuyo título no recuerdo, al final, el hijo de unos veinte años encuentra a su padre, un hombre solitario que vive tranquilamente en el sur.
A ambos les supera la situación de verse juntos y entonces el padre, que no parecía hasta el momento un hombre excesivamente sabio le dice: "cuando me sucede algo que no entiendo, simplemente cierro los ojos y me echo a dormir" y se duerme plácidamente en una mecedora en su terraza, con el atardecer al fondo.
Cuántas veces me ha servido ese consejo y hoy lo volveré a utilizar.
Acabo de recordar otra frase de aquella profesora, que en realidad pertenece a una alumna que tuvo y cuya respuesta le impresiono al preguntar en un examen qué era la carcel.
"son cuatro paredes que matan la libertad"
Quizá no sea ninguna maravilla, pero tiene algo que a aquella mujer le tocaba dentro.
Muchas veces me he acordado de aquel día y le he dado en silencio la razón a aquella mujer, Miren Arruabarrena, al comprobar en mis propias carnes como tras buscar la solución a un problema devanándome los sesos sin éxito, ésta ha acudido a mí como de la nada mientras corría por el parque, o como me ha bastado separarme un momento de alguien, para que la discusión que manteníamos como dos tigres enfurecidos pierda todo su sentido.
Por eso cuando algo se me atasca en la mente, en lugar de obcecarme, trato de liberar mi mente, de pensar en otra cosa y esperar a que el nudo se afloje.
En una película cuyo título no recuerdo, al final, el hijo de unos veinte años encuentra a su padre, un hombre solitario que vive tranquilamente en el sur.
A ambos les supera la situación de verse juntos y entonces el padre, que no parecía hasta el momento un hombre excesivamente sabio le dice: "cuando me sucede algo que no entiendo, simplemente cierro los ojos y me echo a dormir" y se duerme plácidamente en una mecedora en su terraza, con el atardecer al fondo.
Cuántas veces me ha servido ese consejo y hoy lo volveré a utilizar.
Acabo de recordar otra frase de aquella profesora, que en realidad pertenece a una alumna que tuvo y cuya respuesta le impresiono al preguntar en un examen qué era la carcel.
"son cuatro paredes que matan la libertad"
Quizá no sea ninguna maravilla, pero tiene algo que a aquella mujer le tocaba dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario