A puntito estuve de no ir a entrenar. Una carta me cambió el ánimo en un momento, me dejó algo descolocado y durante un rato no sabía qué hacer de la tarde de ayer.
Mientras mi cabeza me jugaba una mala pasada, metí la ropa del gimnasio en la mochila como un autómata y bajé las escaleras que me llevan hasta el ángel que te da la llave primero, al vestuario dondo todo son risas, después.
Una hora y media más tarde salía de allí con la mente renovada y el cuerpo agotado por una buena sesíón de pesas, listo para cenar, escribir un poco y caer rendido en brazos de morfeo.
Mientras mi cabeza me jugaba una mala pasada, metí la ropa del gimnasio en la mochila como un autómata y bajé las escaleras que me llevan hasta el ángel que te da la llave primero, al vestuario dondo todo son risas, después.
Una hora y media más tarde salía de allí con la mente renovada y el cuerpo agotado por una buena sesíón de pesas, listo para cenar, escribir un poco y caer rendido en brazos de morfeo.
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